martes, 15 de febrero de 2011

Sobre el fin del amor


“Comimos unos sorrentinos con una salsa cuatro quesos, riquísimos la verdad, el vino también estaba bueno, y también un postre, una mousse. Ana se había puesto un vestido amarillo bastante horrible te diré. Me contó que su hermano se va a casar con una modelo, se la tenía escondida eh…”. La cena, la sobremesa, el taxi, fueron relatados con detalle. Él la miraba sin mirarla, pero ella no se daba cuenta. Yo los miraba sin disimulo a los dos, y tampoco se daban cuenta… supe, con una extraña certeza, que él ya no la amaba más, que ya no estaba enamorado, ni sonreía al verla, ni se entusiasmaba escuchandolá. Me di cuenta que ella para él, era casi su hermana, o algo a lo que estaba acostumbrado, tan acostumbrado que no se cuestionaba si debía seguir siendo parte de él o no. Él no sabía, que en esa desidia mental de no poder oírla-sin siquiera pretender fingir que la oía- estaba viviendo un momento revelador. Ese momento breve e intenso, (del que no vale la pena pensar por qué sucede en ese momento preciso, porque en realidad, podría ser cualquier momento, y por qué en ese lugar, que también podría ser cualquier lugar), esa azarosa conjunción espacio-temporal en la que uno se da cuenta que ya no ama más a la persona con la que está hace tantos tantos años. Y de pronto, como un relámpago que ilumina, y lo entiende todo, y le agarra una punzada en el pecho, pero también un alivio, porque ahora sabe qué carajo era eso que lo ahogaba por las noches y lo hacía sentir dormido de día.

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